Tiendo a sobrepensar mucho, una gran parte de las personas autistas tendemos a hacerlo.
A veces me gustaría poder disminuir el número de vueltas que le doy a un pensamiento en mi cabeza, pero no siempre lo logro. No me gusta cuando ya quisiera dejar un pensamiento atrás y no puedo. Pero, curiosamente, lo difícil de esta situación no es la rumiación en sí, sino lo que se aprende acerca de esto, por otras personas.
Desde peque, las personas en mi entorno me repetirían “deja de darle tantas vueltas”, “solo déjalo ir”, “no lo pienses tanto”. Entonces aprendí que no está cool sobrepensar tanto, no solo para mí, sino para el resto.
Sin embargo, empecé a aceptar con el tiempo que no podría detener mis pensamientos solo porque sí. De hecho, me di cuenta que, en orden a procesar ciertas situaciones y emociones, necesito darle muchas vueltas en mi cabeza.
Creo que muchas personas asocian el ruimiar con malestar. Pero a mí no me sucede así todo el tiempo. Sobrepensar no me produce malestar, sino que un malestar me lleva a sobrepensar, porque me ayuda a regularme. Necesito darle vueltas a ciertas cosas en mi camino a aceptarlas.
Por ejemplo, para aceptar que necesito sobrepensar (y está bien), le tuve que dar muchas y muchas vueltas a esa idea por bastante tiempo
Escrito por: Lucia García / Psicóloga en EITA