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Nuevamente hemos llegado al 2 de abril. El tema propuesto por la ONU para este año subraya un anhelo, enfatizando un presente desolador: “de la supervivencia a la prosperidad”. Muchos autistas, la inmensa mayoría, no viven la vida que deberían habitar, sino que sobreviven. En términos económicos, esto es patente cuando revisamos las estadísticas sobre inserción laboral y constatamos que el 80% de adultos autistas está desempleado o subempleado. En el aspecto de derechos, sabemos que aproximadamente un 30% es no hablante o mínimamente hablante, y entre ellos el número de quienes acceden a un sistema de comunicación aumentativo alternativo es aún escaso.

En cuanto a la formación de la identidad, son pocos quienes crecen y desarrollan en espacios neuroafirmativos, de validación de sus características autistas, de respeto y de cuidado, siendo resueltas sus necesidades de apoyo no desde un modelo de deficiencia sino desde las barreras que la sociedad impone y han de trascenderse. En suma, los autistas sobrevivimos, en mayor o menor grado, a una sociedad donde la falta de equidad se disfraza de cuota inclusiva y donde los abusos sufridos se pasan por alto “por nuestro bien”, porque el mundo no se adaptará a nosotros. Y aun quienes sorteen este aprendizaje perverso han de entramparse en el desenfreno productivista de una sociedad donde la actividad, el hacer, expulsa toda contemplación, toda posibilidad de ser y de vivir una vida buena. Incluso cubriendo lo básico y accediendo a los dictados del éxito, se sobrevive.
“Prosperitas” en latín significa “tener suerte o éxito en lo que sucede”. Para nosotros, tantas veces, la prosperidad parece estar asociada más a la suerte que al éxito. Entendamos este último no desde el dictado del sistema neoliberal. Actualmente, vivimos tiempos donde se nos incentiva a competir sin un norte ni una razón. Esta es una de las estrategias que ha sepultado toda posibilidad de revuelta, como señala Byung-ChulHan, al estar inmersos en una dinámica de autoexplotación, creyendo ser el positivo empresario de un mismo no se es más que el verdugo de la propia vida vuelta inasible y miserable mientras se cree existir mejor.

Vivir gobernados por la “suerte” es para la gran mayoría de nosotros el golpe de dados hacia la prosperidad o la desgracia. Depende de la “suerte” el acceder a una detección e intervención adecuadas; es una “suerte” encontrar una escuela donde se afirme el respeto y la convivencia; por “suerte” vernos guiados por mentores; verdadera “suerte” de encontrar un centro de estudios superiores consciente de nuestras competencias; maravillosa «suerte» de encontrar un trabajo y el colmo de la “suerte” que sea un espacio de trato digno. La «suerte» de acceder a la salud, educación, trabajo y vivienda.

“Un golpe de dados jamás abolirá el azar”, tanto en el poema de Mallarmé como en lo cotidiano. Una vida librada a pura suerte rara vez entraña un reparto justo. La casualidad no tiene memoria ni justicia, ni de los eventos pasados ni de las necesidades presentes. No esboza equilibrio alguno. Sin la posibilidad de corregir la disparidad de puntos en contra de nuestros orígenes, sin la posibilidad de trazar un rumbo adecuado a nuestra forma de estar aquí y luego, sin liberarnos de la negatividad cuando aquello que intersecta con nuestro neurotipo no supone ni la raza ni la etnia dominante ni la clase social de las oportunidades ni el género esperado para aquel puesto ni el modo de amar esperado; en suma, la suerte es siempre adversa para quien derrapa en ambos lados del promedio. Y esa suerte se corona ya no de casualidades sino de pura causalidad: lo esperado es el fracaso, una característica y otra de ti suman la derrota, a pesar de cualquier golpe de dados que siempre se revelará efímero.

De la supervivencia a la prosperidad, una no signada por la suerte. El éxito para un autista es poder ser autista. Poder conjugar la fase contemplativa de la vida, la de la pasión en sus intereses con la activa, en un hacer donde siga siendo quien debe de ser. Esta sería la definición de “éxito” para cualquier persona. “Exitus” significa “salida”, el término de algo, el final donde se involucra el sino de la felicidad. ¿Qué mayor éxito si no el gozar de la natural condición, de la natural forma de poder estar en esta morada de espacios y tiempos llamada “vida”? Esta prosperidad, la vida buena mientras sucede, la salida justa, el desenlace armonioso, nunca estará del lado neurotípico de plantear las relaciones humanas y su valor. Tiene que hacerse fuera de él, a expensas de él, en otra parte.

Un sistema donde los autistas vivamos y prosperemos sería uno bueno para todos. La equidad previene la suerte, su intromisión en el éxito de cada vida. Tengamos esto en cuenta hoy, 2 de abril y mañana. Traigamos a nuestra vida esa morada de otra parte.

Escrito por Ernesto Reaño, director de EITA