A veces me enojo conmigo misma cuando no sé muy bien cómo establecer un límite.
Pasa que en Perú, la forma de saludar a las personas es con un beso en la mejilla. Siendo honesta, es algo que puede llegar a ser abrumador cuando te acaban de presentar a alguien o hay demasiadas personas a las que saludar… se puede sentir invasivo si no son personas cercanas a mí.
La normativa sobre el distanciamiento social durante la pandemia hizo que muchas personas (por fin) respetaran más el espacio interpersonal y hasta preguntaran si podían saludarte con beso o no antes de hacerlo. Era un límite claro. Sin embargo, conforme pasan los meses, las personas están volviendo a sus hábitos pasados y saludando con beso por inercia en un contexto social, aunque sean completos desconocidos.
Al principio, no se ofenderían si, cuando se acercasen a mí, yo diera un paso hacia atrás y saludara con movimiento de mano 👋🏼. Pero últimamente vuelvo a ver una expresión de confusión y casi ofensa en sus rostros si lo intento. Ya me he tragado mi incomodidad varias veces para saludar como se espera que lo haga.
Es difícil visibilizar el límite en esa situación en la que apenas conoces a alguien, porque has aprendido que puede tener consecuencias no agradables (que se enojen, se ofendan, ya no quieran conocerte). Y eso sucede muchas veces porque las normas sociales neurotípicas son diferentes.
En este caso particular no llega a ser algo que no pueda tolerar, pero de todas formas cansa hacer el esfuerzo constante de mantener ese límite escondido para seguir una norma social y evitar malos entendidos.
Escrito por: Lucia García, psicóloga e integrante del proyecto Mujeres Autistas