Este 18 de febrero, deseamos conmemorar el Día de la neurodivergencia.
Anteriormente, como muchas organizaciones que trabajan con personas autistas, nos permitíamos emplear la fecha para recordar a Hans Asperger, aprovechando el aniversario de su nacimiento, debido a sus aportes para el conocimiento sobre el autismo. No obstante, las revelaciones en el libro “Asperger’s Children”, de Edith Sheffer, nos llevaron a cuestionar si tal personaje es digno de nuestra admiración y recuerdo. De acuerdo con tal trabajo, conocemos la participación de Asperger en el programa de eutanasia nacionalsocialista. Por tal motivo, consideramos que es necesario reconsiderar la fecha.
Consideramos que, a raíz de los actos cometidos por Asperger, podemos aprovechar tal fecha y “sacarle la vuelta”. Por ello, nos gustaría que consideráramos todo 18 de febrero como “Día de la neurodivergencia”, una oportunidad para reconocer a las personas neurodivergentes, no solo a las personas autistas, quienes viven en medio de capacitismo y otras formas de violencia y vejación; asimismo, un recordatorio de que no existe vida humana más valiosa que otra y de que los derechos humanos son inalienables, y que no dependen de cuán “funcional” sea alguien.
¿Significa que los aportes de Asperger deben ser descartados? De ninguna manera. Más todavía si consideramos que los tenemos en gran medida, gracias a Lorna Wing. Simplemente, nos resulta muy difícil rendir homenaje a quienes, pese a sus aportes, tuvieron una trayectoria, en los hechos, contraria a lo que busca la comunidad autista y el movimiento de la Neurodiversidad.
Entonces, celebremos el Día de la neurodivergencia. Porque, parafraseando a Temple Grandin, nuestro mundo necesita de todo tipo de mentes.