Lima, 3 de octubre de 2017
Permítanme comentar un poco sobre mi experiencia como individuo Asperger que no sabía de su condición de vida y quien, una década después, se encuentra en una situación mucho más favorable con respecto a su identidad y su papel en la sociedad. Recordemos que la situación en 2007 ha cambiado considerablemente en múltiples respectos. De esta forma, resultará interesante comparar cómo mi situación ha cambiado de 2007 a 2017.
Fue a principios de 2007 cuando recién se me habló del “síndrome de Asperger”. Gracias a mi madre, preocupada por múltiples problemas de socialización y convivencia en la UNMSM, obtuve un pequeño folleto sobre el tema, para orientarme. Se me presentó la condición como una explicación a mi “rareza”. Recuerdo que nunca antes se me había mencionado la existencia de tal condición. En años anteriores, se había mencionado que era “autista”, cosa que llenó de miedo y desconfianza a toda mi familia (lamentable realidad, pero no se puede expresar de otra forma), al punto de que no se continuó con el tratamiento que llevaba en ese momento.
Vayamos a 2017. El síndrome de Asperger es una condición mencionada a nivel global, no solo vía Wikipedia o sitios Web. Hay mucha gente que reconoce su condición como Asperger y, si bien no tienen los detalles correctamente al 100%, sí queda claro el conocimiento sobre el tema y cómo les ha cambiado la vida. Las familias muestran aceptación a tal realidad y deciden trabajar para mejorar, en la medida de lo posible, cómo vivirán sus hijos de aquí al futuro. Definitivamente, se nota una mejora, no importa si pequeña o no, con respecto a hace 10 años y lo que me tocó vivir.
Volvamos a 2007 y a lo que significó diagnosticarme. Parece mentira, pero no fue tan sencillo como parecía. A fines de dicho año, decidí empezar la terapia psicológica (había tenido varias en la niñez, y me ayudaron, pero no dieron con mi condición real; asimismo, solo tuve una durante mi adolescencia). El tema del síndrome de Asperger no se mencionó con mucha frecuencia sino hasta el primer diagnóstico. Resultó que, según ese primer diagnóstico, no era Asperger: solo tenía rasgos de autismo. Curiosamente, dos años después, cuando continué mi terapia con otro especialista, sí quedó claro que yo era un individuo Asperger, con todo lo que eso implicaba. Sobre esa base, pudimos trabajar mucho mejor.
Ahora, en 2017, se nota la diferencia en ese aspecto. Ya es posible diagnosticar el síndrome de Asperger de forma certera; no solo en el caso de niños y adolescentes, también en el caso de adultos. Se conocen criterios claros para tal diagnóstico y, con dicha base, se puede realizar la terapia o el entrenamiento necesarios para superar los impases propios de la condición. Lo más interesante, el conocer a varias personas con la misma condición permite formar comunidades, algo que ni siquiera se me ocurriría en 2007.
Para terminar, queda el asunto de la socialización allá en 2007. El no tener idea de mi condición significaba, en esencia, que yo era una suerte de neurotípico “mal formado” o, en muchos casos, un neurotípico malcriado. Entre otras cosas, ello significó exponerme sin protección al mundo de la “calle” sin las protecciones adecuadas, con todos sus efectos: nerviosismo, sobrecarga sensorial, muchos momentos de terror, etc. Dado que no se conocía mi condición, que era un neurotípico “defectuoso”, no había razones para pensar en estrategias o en algún dispositivo que ayudara a disminuir lo sufrido en la vida social; todo lo que me tocaba era aguantarme y aprender que las cosas son así y no se resolverían.
Me alegra saber que ahora, en 2017, la situación va mejorando en ese aspecto. Conceptos como “sobrecarga sensorial” y “ansiedad” se entienden mucho mejor y se explican con mucha más claridad. Se acepta que las personas Asperger, debido a cómo procesamos la realidad, tenemos problemas extra con los momentos más desagradables de la vida social. Asimismo, gracias a dicho conocimiento, se puede dar estrategias a los individuos Asperger para disminuir la ansiedad social, desde técnicas de respiración hasta entrenamiento en la forma de pensar. Aún falta mucho para cambiar la fuente de los problemas en la vida social, pero definitivamente vamos por buen camino.
¿Habría resultado mejor para mí haber recibido el tratamiento que las personas Asperger de estos días? Definitivamente. Pero no relato esto para lamentarme o para expresar envidia. Simplemente, es una muestra de que las cosas pueden mejorar y definitivamente han mejorado para los individuos Asperger. Compartir mi experiencia servirá para tener en cuenta un camino que ha fallado a las personas como yo y que se debe evitar en el futuro.
Escrito por Mario Augusto Puga Valera, con todo cariño, para todas las comunidades autistas y Asperger del Perú