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Fue a principios de 2007 cuando por primera vez escuché del síndrome de Asperger. Gracias a un volante que mi madre recibió, con el fin de comprender cuál era mi condición en particular (algo que se había notado desde mis primeros años de vida). Con el paso del tiempo, descubrimiento de que era un individuo “Asperger” (usualmente se abrevia como “aspie”) logró cambiar mi vida para siempre. No obstante, muy pocas veces me había llegado a preguntar quién fue el Dr. Hans Asperger y cuál era su trasfondo, salvo los detalles más relevantes para mi caso; imagino que así sucedió con la mayoría de personas como yo.

De hecho, los descubrimientos de Hans Asperger habrían resultado más difíciles de aprovechar de no ser por la labor de la psiquiatra británica Lorna Wing, quien pudo revisar la tesis doctoral de Asperger y comenzar la labor que llevó, finalmente, a la concepción del autismo como un espectro de funcionalidades y dificultades, en el que se encuentra toda la humanidad. ¿Cuál fue el objetivo? Alejarse del paradigma cerrado de Leo Kanner, el cual, sin que esta fuera la intención, fomentaba la estigmatización y el aislamiento social.

Ahora que ya está extinto, Asperger fue mitificado; se había ido creando una suerte de “visión heroica” acerca de quién fue el Dr. Hans Asperger. Se mencionaba fervientemente su descubrimiento de los “pequeños profesores” y de la valoración que tenía hacia tales peculiares individuos, es decir, todo un pionero en la neurodiversidad.

No obstante, siempre quedó la pregunta: ¿Qué papel jugó durante el Tercer Reich, momento en el que se llevaron a cabo sus descubrimientos? ¿Estuvo resistiendo en silencio? ¿Se trató de un Oskar Schindler de la psiquiatría? Por desgracia, no. La realidad es una de las peores que habríamos podido imaginar.

Un reciente artículo de Herwig Czech para la revista Molecular Autism, titulado “Hans Asperger, National Socialism, and “race hygiene” in Nazi-era Vienna” (leer aquí), nos esclarece muchos hechos poco explorados por esta parte del mundo gracias a una extensa revisión biográfica y documental. Mediante dicha investigación, podemos conocer lo siguiente:

  1. El Dr. Asperger, ideológicamente hablando, sí mantuvo una cercanía ideológica a los pilares supremacistas raciales del nacionalsocialismo. Si bien no militó en el partido tras la anexión de Austria, sí conformó organizaciones afines, con la finalidad de posicionarse social y académicamente (también ayudó a ello las políticas antisemitas, que acabaron removiendo a doctores judíos de sus puestos); las autoridades nazis mantuvieron una visión generalmente favorable hacia él.
  2. La visión del Dr. Asperger sobre niños “problemáticos” y con dificultades mentales tenía una base utilitaria y capacitista: se basaba mucho más en cómo se podía habilitar a estos individuos para servir de algo a la sociedad y para apoyar la maquinaria de guerra, no por su preservación como individuos; el beneficio de los “psicópatas autistas” quedaba en un segundo plano y se subordinaba a cuánto podían proporcional al resto de la sociedad (ni qué decir del estigma y los abusos con tal fin) Asimismo, sus reportes demostraban prejuicios capacitistas por parte del mismo Asperger.
  3. El Dr. Asperger participó del programa homicida eugenésico nacionalsocialista para eliminar a personas con discapacidades intelectuales más profundas, mediante la selección de quiénes iban a ser eliminados. También apoyó el programa de esterilizaciones forzadas, aunque difería en cuando a la responsabilidad con que se debía implementar.
  4. Nunca hubo una condena firme al Tercer Reich por parte del Dr. Asperger. Asimismo, él nunca admitió la extensión de sus actividades en la Austria anexada a la Alemania Nazi.

Leyendo el artículo de Czech, queda claro que el legado de Hans Asperger es uno de capacitismo, oportunismo y complicidad con el odio y la muerte. Los “pequeños profesores” solo servirían para (ver si se podía) dar algo útil a un régimen opresor y genocida. Ninguna de tales investigaciones cambió sus prenociones sobre los “psicópatas autistas”, mucho menos todavía hacia quienes no tenían nada que ofrecer. Su complicidad con la eugenesia homicida de la Alemania Nazi (acto voluntario, dada su naturaleza ilegal) no fue un trágico error de su parte, fue un acto pensado. No estamos ante un héroe, sino ante alguien que representa todo aquello a lo que la neurodiversidad combate y busca erradicar.

Cuando EITA publicó su comunicado vía Facebook sobre lo revelado por el paper de Czech, no faltaron reacciones negativas. De estas, las más repugnantes fueron las excusas: que era un hombre de su tiempo, que no le quedaba otra, que no pensamos deshacer su obra por esto y demás. Hay que dejar algo bien en claro: no se está queriendo sepultar sus aportes. Hacerlo sería no solo traicionar nuestra lucha por la neurodiversidad, también sería desechar toda la obra de Lorna Wing y de quienes ayudaron a conceptualizar el espectro autista. De ese mismo modo, tampoco significa que todo diagnóstico de “síndrome de Asperger” queda invalidado, la condición seguiría existiendo y siendo reivindicada, mucho más todavía cuando queda claro que conforma el espectro autista.

Y esto debe quedar en claro: no hay excusa que valga frente a la colaboración de Hans Asperger con los nacionalsocialistas. Tratar de insinuar que solo actuó bajo presión o lo hizo para defenderse, a la luz de lo reportado por Czech, resulta increíblemente ofensivo. Ofensivo para héroes como Hans Gerhard Creutzfeldt, quien sí logro salvar vidas de la Aktion T-4. Ofensivo incluso para individuos como Oskar Schindler y Madeleine Truel, quienes sí lo arriesgaron todo por contrarrestar la maquinaria homicida nacionalsocialista. Resulta francamente ruin pretender salvar la imagen de un individuo que, a la hora de la hora, prefirió su prestigio y desarrollo personal a evitar muertes injustas, un individuo que sí compartía los prejuicios del Tercer Reich. No hay excusa que valga para Hans Asperger.

Nada de esto descalifica los aportes del Dr. Hans Asperger para conocer el autismo, mucho menos considerando que sirvió a Lorna Wing y a toda una cadena de expertos que logró esclarecer tantísimo sobre nuestra condición. Todo lo que significa es que su nombre no es una bandera que debemos izar para reivindicar nuestra identidad y que se nos reconozca. Un individuo que solo se sirvió de nuestros equivalentes y que colaboró con un programa para eliminar “indeseables” no se merece encabezar nuestra identidad.

¿Cuál es la solución, entonces? Quizá, la más probable, sea llamarnos “autistas”, como los otros jóvenes en el espectro. Ya es hora de que el autismo sea reconocido por toda la sociedad como el espectro que realmente es, como un elemento inherente al ser humano, por poco agradable y confortable que resulte. Ya viene siendo hora de que apoyemos a las personas autistas que requieren de mayores apoyos (como los no verbales o quienes tienen alguna otra condición) y dejar de competir por ver “quién es más normal”. Ya llegó la hora de la cooperación y el actuar en comunidad; es un largo camino, pero es el único viable.

Dicho todo esto, saludo la decisión de EITA de remover el nombre “Asperger” del nombre de la organización; asimismo, el que haya decidido cambiar “tratamiento” por “trabajo”. Es la mejor forma de reenfocar la visión sobre el espectro autista y dar a entender nuestra misión con mayor claridad. Bienvenido sea tal cambio.

Mario Augusto Puga Valera

Activista autista

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