Skip to content Skip to footer

Falta poco para conmemorar el bicentenario de la independencia del Perú. Demás está señalar los altibajos ocurridos a lo largo de nuestra historia. El interés principal de quienes conformamos EITA, de una forma u otra, es resolver una injusticia histórica de la que solo se ha tomado conciencia desde hace poco: la situación de las personas autistas y Asperger.

Si bien hay múltiples avances, todavía queda un larguísimo camino por recorrer. Estando cerca el bicentenario, vale la pena dejar en claro qué buscamos a los 200 años de Perú republicano los individuos dentro del espectro autista.

Para ese bicentenario, necesitamos una completa concientización de las autoridades hacia las necesidades de las personas autistas y Asperger. De tal concientización, han de surgir diversos acomodamientos imprescindibles en todo ámbito estatal. Asimismo, tal concientización ha de ser acompañada de exigencias y prerrequisitos para las organizaciones privadas (nos guste o no, la autorregulación resulta insuficiente). De este modo, se garantizará nuestra existencia por las vías legales en el Perú.

No obstante, de poco o nada sirve la concientización de las autoridades si esta no va de la mano con una concientización social plena. Por eso, para este bicentenario, necesitamos que todo el pueblo peruano entienda la problemática de las personas autistas y Asperger. Se requiere abandonar cualquier concepción paternalista o de “niños eternos”, hacia los cuales solo queda conmisceración y no apoyo real. También se necesita desterrar mitos sobre la “hombría” y el “engreimiento”, mitos absolutamente nocivos. Y, más importante aún, se tiene que ir erradicando la “viveza criolla” como una forma legítima de coexistir en sociedad (de eso ya habíamos hablado anteriormente).

Para lograr ese bicentenario que tanto necesitamos, también hemos de contar con las instituciones educativas. Por un lado, prestando atención a lo que el conocimiento experto revele sobre el espectro autista, para evitar caer en errores o insistir en información ya obsoleta. Por otro, usando tales conocimientos para incorporarlos a sus prácticas cotidianas y, de esta forma, dar el ejemplo al resto de la sociedad y a las autoridades. No debe quedar excusa alguna para excluir a individuos autistas y Asperger de recibir la educación necesaria, en cualquiera de sus modalidades.

¿Todo esto resulta plausible? Sí. ¿Pedimos demasiado? No. Pedimos que se nos haga caso y, de una buena vez, se pueda armar una sociedad peruana genuinamente inclusiva y capaz de aprovechar no solo talentos ocultos, sino también a seres humanos plenos capaces de dar una visión mucho más interesante de la sociedad. Para resumir: el Perú del bicentenario necesita volverse neurodiverso.

Mario Augusto Puga Valera

Activista autista