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EITA,siempre ha sido claro frente a su postura con la pseudociencia: no se pacta ni se habla con esta. Y tal postura se ha reafirmado hace poco hablando de la “biomedicina”. No importa de cuál se trate, nunca debemos asumirla como una alternativa respetable ni debemos permitir que tales engaños sean asumidos como tratamientos “alternativos”.

Vale la pena recordar la mentalidad de quienes buscan erradicar el autismo. Dicha mentalidad suele parte de una concepción homogénea de la mente humana, en que lo “normal” es lo único posible y el único modelo seguro para desarrollarse. Esta visión viene también con su visión tergiversada de la naturaleza, la cual nunca se equivoca y de por sí solo produce elementos positivos para los humanos. Entonces, una deformación de este patrón solo puede un significado negativo; por eso el imperativo de curar. Ya lo hemos visto una gran cantidad de veces, prácticamente todo vendedor de humo y encantador de serpientes repite eso una y otra vez. De esta forma, las “terapias alternativas” para “curar” el autismo son genuinas enemigas de la neurodiversidad y todo lo que implica.

Y las objeciones a la actitud del EITA no se hacen esperar: “¿Dónde está su tolerancia? ¿Por qué no respetan a quienes piensan distinto?”, entre muchas otras. Quienes conformamos y apoyamos al EITA nos reafirmamos en nuestra actitud: con la intolerancia, tolerancia cero.

Primero, en el EITA, trabajamos guiados por avances neuropsicológicos y médicos. No de forma dogmática, sino como una guía basada en pruebas replicables que ayudan al trabajo terapéutico. Los descubrimientos de individuos como Lorna Wing Baron-Cohen Tony Attwood nos sirven para orientarnos en cuanto a cómo trabajar con las diversas personas autistas de forma rigurosa. No debemos perder dicha capacidad o ponerla en riesgo en aras de un mal entendido sentido de “tolerancia”.

Segundo, hay una buena razón por la que Karl Popper, cuando mencionada tal paradoja, se muestra a favor de rechazar abiertamente, incluso mediante mecanismos legales, todo movimiento abiertamente intolerante; de lo contrario, se estaría perpetuando un daño a una sociedad que busca basarse en la razón. Si nos negamos a la neurodiversidad, estamos negando una genuina tolerancia a un sector considerable de nuestra población. Si prestamos atención a las charlatanerías médicas, estamos perpetuando la intolerancia.

En el caso de las falsas curas contra el autismo, se vuelve mucho más imperativo adoptar tal actitud, ya que hablamos de genuinos peligros a la salud pública (veamos el caso del MMS, por ejemplo). Es en casos como tales cuando debemos presionar a las autoridades para que se muevan y pongan freno a tales prácticas nocivas. Ante la inacción legal frente a claros atentados contra el consumidor, lo mejor que podemos hacer es advertir e informar.

Esperamos que haya quedado claro: no pensamos, de ninguna forma, aceptar las pseudoterapias contra el autismo como alternativas legítimas o como un elemento con el que se deba tranzar. Con la normalización de la neurodiversidad, el único futuro para tales charlatanerías es su caída a la irrelevancia, a lo que seguirá su desaparición.

Mario Augusto Puga Valera
Activista autista