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EITA, como organización, ha sido muy clara frente al día de la discapacidad (el 3 de diciembre): no hay nada que celebrar, sí hay muchísimo por lo que trabajar. No solo esto, también se ha mencionado, con especial énfasis, el carácter principalmente social de la discapacidad, basada en la injusticia que resulta negar apoyos necesarios a quienes los necesitan, lo cual impide manifestar sus talentos y capacidades propias.

Qué lamentable es darnos con la noticia de que se sigue insistiendo en la discapacidad como un suplicio para las personas “capacitadas” y, en general, en vender la “tragedia” de adaptarse a una persona diferente y la “necesidad” de controlar su vida. ¿A qué nos referimos?

A mediados de este año, se ha publicado el libro To Siri With Love, escrito por Judith Newman (ver en Amazon), en que relata la difícil vida que le ha tocado vivir con su hijo autista y la gran incertidumbre que tal situación le produce. El mencionado libro tiene muy buenas críticas y está bien recibido.

Lamentablemente, dicho libro sigue con los mismos lugares comunes de cómo abordar el autismo: la “discapacidad” como tragedia, el suplicio de la familia neurotípica para sacar adelante al individuo autista y un sinfín de prejuicios y mitos. Gracias a la comunidad de autistas en Twitter. identificables por la etiqueta #actuallyautistic, se ha podido conocer detalles bastante escabrosos sobre tal obra, expresados en el rechazo al libro con la etiqueta #BoycottToSiri.

Entre lo más grave encontrado, la madre afirma que “no puede imaginar” una situación sexual en que su hijo tenga el protagonismo. Y lo peor: la madre defiende una postura claramente eugenésica, genuinamente piensa en esterilizar a su hijo autista porque considera que no podrá ser un “verdadero padre”.

Como era de esperarse, la típica defensa de tan reprochable material ha salido a contrarrestar las críticas por parte de la comunidad autista. Excusas del tipo “no piensas en lo que viven las familias”, “para ti es fácil, tú sí puedes hablar y comunicarte” y “no eres como la mayoría de autistas”. Lo peor es que cuando se pervierte el concepto de espectro autista para invertirlo y atacar a quienes se considera los menos vulnerables dentro de la misma comunidad autista, quienes supuestamente “suplantan” a quienes sí genuinamente muestran la realidad del espectro. Esto último, por cierto, lo ha realizado nada menos que la autora del libro.

Recuerden: la autora no dice esto por consideración a quienes requieren de mayores apoyos; tampoco lo hace para sumarse a la lucha para la autonomía de las personas autistas. Lo dice únicamente para vender su “tragedia humana” en forma de libro; lo afirma con el único fin de silenciar a las personas autistas que critican cómo abordó la condición de su hijo y, más todavía, sus peligrosas afirmaciones prejuiciosas y eugenésicas. En suma, se trata de silenciar críticas, de que se callen y dejen tranquila a la autora.

Por desgracia, seguimos bastante metidos en la situación de la que EITA y otras organizaciones buscan alejarse. El libro muy probablemente seguirá como éxito en ventas pese a las objeciones. Es probable que sea traducido a otros idiomas (entre tales idiomas, el español) y exportado. Duele bastante reconocer que el sentimentalismo barato de la tragedia por la “discapacidad” sigue siendo rentable y que el público generalmente neurotípico siga financiando tan lamentable espectáculo.

La pregunta es: ¿Hasta cuándo?

Mario Augusto Puga Valera

Activista autista